He viajado tanto por los confines del universo que de no ser por el contabilizador de mi muñeca no sabría ya a cuántos planetas he visitado, mucho menos las culturas que he conocido, ya que pueden ser muchas en solo un punto en el espacio, esto sin contar los idiomas que he tenido que aprender a la fuerza y las cosas que he tenido que hacer para que acepten mi presencia.

Podían sobrevivir sin agua aunque no sin oxígeno, su alimentación era muy distinta, pero sus costumbres eran muy parecidas a las nuestras en Tierra. Lo único en lo que la apariencia nos diferenciaba era en que su color de piel era de un amarillo mostaza increíble. Pero tanto sus mujeres como hombres, de no ser por su piel amarilla, podrían pasar por el humano común.
La falta de agua no les hacía mella, todo su cuerpo era casi exactamente como el nuestro, solo que por sangre, tenían en su sistema un líquido negro que jamás habíamos podido estudiar. Mi trabajo no era ese, yo era un simple comerciante que incluso entablaba las primeras conversaciones entre planetas vecinos y hacía que existiera comercio entre ambos.
Pero lo que tocó mi vida en UB40 lo cambió todo por completo. Cuando llegué a UB40 hambriento y con sed, casi muriendo por quemaduras de tercer grado en gran parte de mi cuerpo, luego de que piratas espaciales invadieran mi nave y me lo robaran todo, unos ojos negros completos se posaron en mí para darme la vitalidad que me hacía falta.
Entró en la nave que se incendiaba y sacó mis reservas de agua, yo había viajado para UB40 un par de veces antes y aunque supe desde el principio que no serían hostiles conmigo, eso podría cambiar si aterrizaba donde no era invitado, en ese planeta no existía un gobierno mundial, cada país tenía un gobierno autónomo, así como era antes Tierra.
Pues esta mujer de ojos negros y piel amarilla me dio agua, comida y me llevó a su casa. Allí me cuidó hasta que me recuperé por completo. Ahora solo toca arreglar mi nave, aquí en este planeta tengo todo lo necesario para repararla y gracias a esos ojos negros puedo decir que tengo vida nuevamente.
Le debo la vida a esta mujer del planeta más árido de la galaxia, un ser humano de Tierra no puede durar mucho tiempo aquí porque las altas temperaturas diluirían la sangre al punto de la muerte, pero no podía dejar a mi cuidadora sin antes despedirme como era debido.
No quiero dejar el planeta de los ojos negros que me salvaron, no quiero dejarla a ella que con sus cuidados me salvó, pero si me quedo habrá hecho todo lo que hizo en vano.