Érase una vez una niña que tenía unos hermosos ojos del color de la luna y tan lindos como el color de los rayos del sol al amanecer. La niña era huérfana pero trabajaba y vivía en un circo el cual era lo que ella más amaba hacer, el poder sacarle a las personas una sonrisa.
La niña tenía un amigo el cual tenía mucha confianza y que era para ella como un hermano de igual manera para él. A la niña le gustaba mucho practicar con él porque el al ser alto la ayudaba mucho en su acto con el trapecio y cada vez que tenía algún problema ella consultaba con él para ayudarla a ver en qué parte lo está haciendo mal. Aquel joven también tenía un acto en el circo el cual consistía en las acrobacias. El acróbata también el pedía ayuda a la niña roque ella era muy flexible y viéndola a ella él podía aprender nuevas técnicas de las cuales fueron muy aceptadas por todo el público.
Cierto día la niña y el acróbata deciden practicar un acto, juntos, pero por alguna extraña razón no les salía bien. Entonces el joven acróbata le propone cambiar los papeles, la niña tomo el lugar del acróbata y el joven tomo el papel del trapecista. Cuando practicaron nuevamente le acto les salió perfectamente bien y desde entonces la niña se convirtió en la trapecista mientras que el joven se convirtió en trapecista. El circo fue adquiriendo una gran popularidad en todo el pueblo y en toras ciudades con el trabajo duro de todos.