El árbol de los zapatos era una atracción única para todo el vecindario. Sin embargo,
La familia del Señor Marrón abrió al poco tiempo una zapatería, en la misma vendía los zapatos que iba a recolectar en la casa de Pablo y Teresa, pero sus padres decían que no eran buenos para los negocios. Con el tiempo, el Señor Marrón se hizo millonario, siendo que sus zapatos los vendía a una fortuna de dinero mientras que nadie más lo hacía. Un día se encontraron Pablo y Teresa con uno de los recolectores y le preguntaron cómo les iba en su negocio, él respondió que en un principio recolectaba para su abuela que hacía los mejores pasteles con ellos. Los llevó a la casa de la abuela para que prueben los pasteles y quedaron fascinados, le pidieron la receta y eso fue lo que comenzaron a vender.
La familia que plantó el árbol de los zapatos empezó a vender por muy poco dinero el pastel de zapato y la gente lo compraba aún más que al Señor Marrón que pedía muchísimo dinero para este entonces. El padre pudo luego de tanto tiempo hacer los zapatos asados que le había prometido a su familia antes de que ocurriera todo este tema del árbol y sus extraños frutos que nunca más se volvieron a ver.