En un pueblo un padre que era un pobre leñador, a pesar de no tener mucho dinero, el hombre tenía dos hijos que a los cuales adoraba, siendo esta la principal razón por la cual ellos le ayudaban a juntar leña para poderla vender en el pueblo.
Los niños siempre eran precavidos con el camino que tomaban por el bosque, sin embargo cierto día se adentraron en lo más profundo, sin haberse fijado en cuál era el camino que habían tomado.
Los dos hermanitos de la mano dieron vueltas por el bosque, hasta que vieron una casa, al acercarse vieron que la casa tenía chocolate, techo de mazapán y ventanas de caramelo. Por al hambre y el frío empezaron a comer uno de los ladrillos de chocolate, al ver que la puerta estaba abierta y no había nadie, entraron a la casita de chocolate y se quedaron espantados al ver sapos, culebras y enormes jaulas colgando del techo. En su distracción, una bruja en escoba entró por la puerta y le echó llave mientras se reía.
Y le dijo a los niños, así como se han atrevido a comerse mi casa, ahora yo me los comeré a ustedes. Entonces encerró a los niños en jaula.
Todos los días les daba de comer para que engordaran pues estaban muy flacos y los niños valiéndose de dos huesos de pollo le hacían creer a la bruja que no habían engordado.
La bruja decide comérselos de todas maneras y sacó al niño de la jaula, sin darse cuenta que había dejado la llave prendida en la jaula. La niña tomó la llave y con la escoba de la bruja, la empujó al horno y escapó con hermano volando en la escoba para huir de la casa de chocolate.