El gallo, el pato y las sirenas. Dice que un gallo y un pato estaban discutiendo mucho sobre si existen las sirenas o no, no llegaron a ningún tipo de acuerdo por lo que decidieron resolver el asunto de una vez por todas, al buscar en el fondo del mar una autentica sirena.
El gallo estaba aterrorizado y nunca quiso regresar a las profundidades, pero el pato lo animó a seguir intentándolo. Para calmar al gallo, esta vez el pato tomó una linterna para alumbrar. Entonces ellos han bucearon en de nuevo en la oscuridad, y cuando empezaron a asustarse, encendieron la linterna, entonces cuando la oscuridad se iluminó vieron que estaban totalmente rodeados de sirenas.
Las sirenas pensaban que el gallo y el pato se asustaban de ellas porque la última vez que llegaron fue cuando todo estaba oscuro pero se fueron de inmediato. Las sirenas estaban muy contentos de ver que habían regresado, sin embargo, gracias a su valentía y perseverancia, el gallo y el pato se convirtieron en grandes amigos con las sirenas.
El niño que quería un arco iris.
Juanito volvía todos los días caminando de la escuela a su casa, caminaba por un valle verde en donde crecían las campanillas.
Juanito iba un día caminando hacia su casa por el sendero y escuchó el viento que soplaba desde el oeste, suspirando y quejándose.
El viento entre sus suspiros decía: – ¡Ay de mí!, ¡Soplar y resoplar!, ¡Se me ha olvidado!
Juanito voltea a mirar al viento, que estaba azul y tembloroso, con unas manchas doradas y le preguntó: – ¿Viento, qué es lo que has olvidado?
Y el viento con quejidos le contestó: ¡Mi canción favorita, he olvidado mi canción!
Juanito, como recordaba todas las canciones, le silbó una melodía y le dijo: – ¿Es esta tu canción?
El viento muy feliz le dijo: ¡Sí, esa es mi canción!, ¡Gracias Juanito, te haré un regalo!
Y le entregó a Juanito una llave de plata con un rizo dorado.
Juanito un poco desilusionado le dijo: – ¡Oh, Viento, perdona, pero preferiría un arco iris, uno que sea sólo para mí!
El viento extrañado le dijo: ¡Que regalo tan difícil, Juanito!, pero toma un cubo y camina por el campo hasta el Salto del Pavo Real, deberás llenar el cubo con gotas de agua y cuando lo tengas lleno tendrás un arco iris.
El sábado Juanito cogió su cubo y caminó todo el campo hasta las cataratas, en este lugar las gotas que se despegaban del agua con colores increíbles.
Un genio le otorgó el tan deseado arco iris, con cuidado lo enrolló y lo llevó en su bolsillo de camino a casa el niño ayudó a un tejón en una trampa, a la señora Benita que estaba muy enferma y a Marita, su hermana que se lastimó al salir a su encuentro.
De repente se entristeció al ver el poco arco iris que le quedaba, el Viento apareció y le dijo: – Conservar un arco iris es muy difícil, ¿cierto?
Viento le tocó la mano y el arco iris que le quedaba fue creciendo y creciendo hasta llegar al cielo, al desaparecer, Juanito entendió que podía tener los arco iris todos los días, pero nunca podría conservarlos.
El ogro del bosque.
Érase una vez, una anciana que vivía en una pequeña casa de madera con sus tres hijos, justo en la entrada de un oscuro bosque.
Un día la anciana le pidió a su hijo mayor que entrara al bosque a buscar leña para el fuego.
-¿Para qué?, cuando empiece a hacer frío buscaré la leña – comentó el muchacho.
La anciana molesta le exigió que fuera a buscar la leña, su hijo mayor era muy flojo, pero salió al bosque con su hacha a buscar la leña.
Cuando le da el primer golpe con el hacha al árbol sitió cómo alguien le tocaba el hombro, se volteó rápidamente y vio un ogro de lo más feo, con nariz morada, retorcida como las raíces del árbol que cortaba el muchacho.
Con una voz muy fuerte el ogro le dijo al chico: – Si cortas el árbol te cortaré a ti en mil pedazos.
Asustado el muchacho corrió hasta su casa y le contó a su familia lo sucedido.
El segundo hermano se embarcó en el mismo destino, sin creerle a su hermano mayor ni una sola palabra.
Hachazo tras hachazo el muchacho casi alcanza la mitad del árbol, pero apareció el feo ogro y le gritó te cortará en mil pedazos fortachón.
Riñéndole al ogro el chico siguió cortando el árbol, pero antes de que lograra terminar, el muchacho sintió un golpe fuerte en la rodilla, el ogro había arrancado una rama y la había partido en la rodilla del chico.
Con dificultad corrió hasta su casa y entonces el hijo menor le dijo a la anciana: – A mí no me asustará el ogro, yo buscaré la leña.
El muchacho se llevó un pedazo de queso el cual reventó entre sus manos amenazando al ogro con su increíble fuerza.
Desde ese día el ogro llevó la leña a casa de la anciana sin rechistar.