Cuento de los tres cuervos. Había una bruja desalmada, había embrujado a sus cuatro hijastros, a los 3 varones los había convertido en cuervos y a la niña le había hecho prometer que no hablaría en 3 años, 3 meses, 3 semanas, 3 días y 3 horas y
Cuenta que la joven había conseguido casarse con el hijo de un rey, quien había quedado encantado con la dulzura de la criatura y que a pesar de estar muda logró conquistar su corazón.
Un día la reina y suegra de la joven fallece y al cabo de un tiempo aparece el rey casado con quien fuese la madrastra y bruja de esta muchacha que nuevamente se encontraba al asecho de ella.
Ahora con la bruja dentro del palacio, las cosas empeorarían, pues esta leyenda para niños dice que cada vez que la joven se embarazaba, al nacer sus hijos a los pocos días desaparecían y la bruja ya había hecho desaparecer a sus dos primeros hijos, todos siempre culpaban a la princesa y creían que estaba loca y que mataba a sus hijos.
Cuando el tercer hijo de la princesa nació y desapareció, la princesa no soporto más y cavó un hoyo muy profundo en el bosque y dentro de este empezó a gritar, pues se sentía impotente por no poder hablar.
Al ya haber pasado los tres años, tres meses, tres semanas, tres días y dos horas con 40 minutos, la princesa no soportó más y habló, dijo que la reina era bruja, a ella la mandaron a la hoguera.
Y los hermanos de la princesa aparecieron pero uno se quedó con el ala de un cuervo por haber hablado antes y también aparecieron sus tres hijos.
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El viaje de Narana. Narana visitó a su hermana por unos días en la montaña y ahora emprendía su viaje hasta su pueblo para estar con su esposo y sus hijos.
Narana tenía unos zapatos, que se parecían a raquetas de tenis, la ayudaban a caminar por la nieve, pero de pronto el sol se escondió y se arremolinó la nieve. Narana no veía por donde iba.
Cuando se calmó el ventarrón Narana no sabía dónde estaba y frente a ella podía ver lo que parecían los dedos de una mano gigantesca.
-¿Dónde estaré? – Se preguntó Narana – Es un extraño lugar, nunca había estado en un sitio así.
Al día siguiente despertó cansada y con mucha hambre, comió un poco de nieve para que se le calmara un poco la sed, pero no había nada de comer, había perdido toda su comida de viaje en la tormenta.
Emprendió su camino por una enorme selva negra y sintió como el piso se movía bajo sus pies y oía como sonaba un Bum, bum, bum.
-¡Es un terremoto! – Pensó Narana aterrorizada.
De pronto estalló una voz diciendo: – ¿Quién eres tú? Y ¿Qué haces aquí? Nadie nunca jamás viene por acá.
Narana asustada respondió: – Soy Narana, ¿quién es usted? ¡¿Es el fantasma de la montaña?!
– No, soy Kinak, un gigante que vive en las montañas, duermo en esta planicie para poder estirar mis largas piernas y no aplastar a nadie.
Narana y Kinak se hicieron bueno amigos, pero Narana debía regresar a su hogar con su familia, ya tenía dos días de retraso.
Kinak, el amable gigante, sopló a Narana hasta su pueblo para que pudiera regresar a su hogar, cayó suavemente en el suelo y emprendió nuevamente su viaje hasta su hogar.
Pero a lo lejos oyó que el gigante Kinak sollozaba y ella no pudo ocultar su tristeza de despedirse del amable gigante que no volvería a ver.